Desde
épocas lejanas, los platos típicos de Nariño fueron creados para el consumo
casero. La cordillera de los Andes impone límites y usanzas en esta
sociedad nacida y crecida a su sombra. No podía entonces su gastronomía
permanecer ajena a esta influencia.
Por un lado la papa, el maíz, el cuy, el
olloco o las habas pregonan el indígena que nos habita. Por otro el arroz y el
trigo, transformando en la blancura y el aroma del pan de los desayunos
familiares, nos recuerda la herencia que nos legó la cultura europea. Por eso
nuestros platos típicos son buenos para el gusto y reconfortantes para el alma.
La aventura que empezó a bordo de los galeones castellanos, navega con buen
viento en esta gastronomía que por hibrida y variada, enluce la cotidianidad de
la mesa hogareña.
Muchas de las comidas tradicionales están
asociadas a las fiestas regionales, paganas o religiosas. El cuy, por ejemplo,
era un animal sagrado entre los Incas. Hoy se consume preferentemente en la
zona rural “La Juanesca”, es un plato hecho para ser obsequiado a los familiares
y amigos. Su consumo tiene lugar el jueves Santo, como símbolo de
abastecimiento ante el ayuno que se aproxima. Las empanadas de añejo y locro
acompañadas con ají de maní, se ingerían el día domingo. Y como bebida
indispensable en las mingas y fiestas indígenas y regionales, tenemos a la
chicha, que desata lenguas y propicia acercamientos. Complementos importantes
del menú pastuso son, entre otros: el molo de zapallo, la sopa de mote o la
chara y la poliada de maíz.
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